Hace un par de días fui a ver en mi colegio la obra llamada “Barioná, el hijo del trueno” (o algo parecido), pues actuaban varios de mis amigos y no tenía mucho más que hacer un lunes en la noche. La obra en si estaba muy bien montada, aunque algo tediosa ya que es bastante larga, igual estuvo bien ahí. Más o menos a la mitad de la obra, llegué a la siguiente conclusión:
Los sabios del mundo están destinados a sufrir y morir en una ignorancia absoluta de la realidad.
¿Algo irónico, no es así? Es que los sabios, por más conocimientos que posean, descubrimientos que hagan y teorías que construyan, llegarán a un punto en el que no hay ningún escalón más que subir en la escalera del saber. Al llegar a lo más alto posible, divisan una plataforma lejana, pero están muy lejos de ella como para saltar. Entonces el sabio sufre ante la impotencia de no poder ir más allá, tanto trabajo, tanto pensar para encontrarse al final con un vacío largo y un horizonte inalcanzable. Morirán de esta manera los sabios, ignorantes sobre cómo atravesar ese vacío que parece infinito, sobre cómo llegar a esa plataforma lejana, más humanos que nunca, igual de humanos que siempre solo que recién en este punto se dan cuenta. Se dan cuenta de la vulnerabilidad del hombre, de su debilidad y sus limitaciones, cómo molesta encontrarse con algo superior a uno mismo.
Arden en ira los sabios, pues no son nada ante lo divino. No se puede pretender ver con ojos de hombre lo que pertenece al mundo místico del más allá. O como te de la gana llamarlo, es así y siempre ha sido así. El problema es que los sabios se dan cuenta de esta separación, ya que han llegado al límite de lo humano. La mayoría de gente nunca llega a ese extremo y no tiene por qué preocuparse sobre lo que no conoce, sin embargo da gritos de alegría cuando creen encontrar algo de divinidad, la abrazan y se aferran con fuerza hasta que esa llama se extinga o alguien encuentre una nueva esperanza que seguir, y asi la gente vive tranquila.
Esperanza, eso que mueve a la gente, a las masas, quizás hasta más que el miedo. Por aquellos que llegaron al límite de la esperanza y se vieron cara a cara con la nada que rodea nuestra existencia, este tributo a todos los sabios del mundo.
Yo tampoco quiero dormir tranquilo, Joc.
Los sabios del mundo están destinados a sufrir y morir en una ignorancia absoluta de la realidad.
¿Algo irónico, no es así? Es que los sabios, por más conocimientos que posean, descubrimientos que hagan y teorías que construyan, llegarán a un punto en el que no hay ningún escalón más que subir en la escalera del saber. Al llegar a lo más alto posible, divisan una plataforma lejana, pero están muy lejos de ella como para saltar. Entonces el sabio sufre ante la impotencia de no poder ir más allá, tanto trabajo, tanto pensar para encontrarse al final con un vacío largo y un horizonte inalcanzable. Morirán de esta manera los sabios, ignorantes sobre cómo atravesar ese vacío que parece infinito, sobre cómo llegar a esa plataforma lejana, más humanos que nunca, igual de humanos que siempre solo que recién en este punto se dan cuenta. Se dan cuenta de la vulnerabilidad del hombre, de su debilidad y sus limitaciones, cómo molesta encontrarse con algo superior a uno mismo.
Arden en ira los sabios, pues no son nada ante lo divino. No se puede pretender ver con ojos de hombre lo que pertenece al mundo místico del más allá. O como te de la gana llamarlo, es así y siempre ha sido así. El problema es que los sabios se dan cuenta de esta separación, ya que han llegado al límite de lo humano. La mayoría de gente nunca llega a ese extremo y no tiene por qué preocuparse sobre lo que no conoce, sin embargo da gritos de alegría cuando creen encontrar algo de divinidad, la abrazan y se aferran con fuerza hasta que esa llama se extinga o alguien encuentre una nueva esperanza que seguir, y asi la gente vive tranquila.
Esperanza, eso que mueve a la gente, a las masas, quizás hasta más que el miedo. Por aquellos que llegaron al límite de la esperanza y se vieron cara a cara con la nada que rodea nuestra existencia, este tributo a todos los sabios del mundo.
Yo tampoco quiero dormir tranquilo, Joc.