martes, julio 31, 2007

La princesa de Inglaterra

Hermosa princesa, virgen de Inglaterra
Baila bajo la luna camino de Venecia
Viaja a través de mares y sirenas
Viaja feliz en un barco de piratas.

Llega a puerto el barco de Inglaterra
Baja encantada la princesa
¡Qué maravilla resultó ser Venecia!
Es noche de fiesta en la casa del duque.

Cuánta máscara, cuánta belleza
Las luces se apagan y el carnaval empieza
Hoy no interesa quién sea tu pareja
Todo es posible en una fiesta de Venecia.

Ya todos están advertidos
Nadie toca a la princesa inglesa
Sin embargo ella baila como si nada
No entiende por qué todos se le alejan.

Sale del carnaval decepcionada
Ahora comprende por qué viajaba a Venecia
Que maldición parece ahora ser tan bella
Todo es culpa del duque malo.

Faltan pocos días para la boda
La princesa encerrada permanece
Qué suerte y problema a la vez parece
Tenerla frente a mi ventana.

La observo día y noche
Inmóvil como una gárgola
Qué sonrisa, qué mirada
Su veneno me consume, desespero.

Saber que está tan lejos
Su destino tan distante
Y un día cualquiera caminando
Tener sus labios tan cerca.

Se aleja escondida entre la multitud
Escapando a su fatal destino
Se oyen gritos desde el palacio
¡Princesa! ¡Espera! Yo te amo.

Qué no daría para tenerla de nuevo
Por lo menos pintada en la ventana
No te alejes hoy, princesa mía

Déjame velar esta noche acompañado de tu belleza. Eres ahora y serás por siempre, mi chica de Venecia. La chica de Venecia. Joc.

lunes, julio 30, 2007

La chica de Venecia, ¿Dónde anda escondida?

Estaba yo un día cualquiera, como cualquiera está en un día cualquiera. Me encontraba mirando el techo y fumando un pucho. Veía salir de mi boca un humo tan fantasmagórico, tan misterioso que me encantaba. Y de pronto ya no sentía el piso bajo mis pies, ya no tenía un techo sobre mi cabeza. Junto al humo de mi cigarro estaba volando, me envolvía como seda y me llevaba de una manera tan suave, tan cariñosa que sólo quedaba dejarse llevar. Volamos entre las nubes, por encima de la ciudad. Poco a poco la gente se fue dando cuenta y mirando al cielo exclamaron todos: ¡Miren al cielo! Y todos me vieron.

Todos me vieron volando entre el humo de mi cigarro, nadando entre nubes, acariciando su nubosidad. Todos me vieron, y me aclamaron. Y con cada pitada que daba al pucho, alguien más salía volando, envuelto en el humo mágico. Pronto ya no quedaba nadie en la tierra y todos estaban flotando por aquí y por allá, bailando felices de la vida. Entre tanta alegría, yo seguía sólo y con mi cigarro.

La fiesta en el cielo parecía de nunca acabar. Estaba sentado en una nube, sentado como en un día cualquiera, solo que en una nube. Luego apareció una chica que decía ser de Venecia y, para mi sorpresa, no volaba gracias al humo de mi cigarro. Tenía alrededor suyo un brillo, un aura de luz increíblemente hermosa. Era perfecta, la chica de Venecia.

Nos miramos fijamente un instante que pareció durar para siempre. Le pregunté si quería bailar pero no respondió y voló entre las nubes a esconderse. De pronto ya nadie estaba en el cielo, yo seguía en mi cuarto y mi pucho se había terminado. Salí a la terraza y, buscando entre las nubes, me quedé mirando el cielo. Y aún lo hago muy a menudo, pues todavía tengo esa mirada clavada en la mente, la de aquella chica, que un día en el cielo, me dijo que venía de Venecia.

Qué genial resulta a veces fumar un cigarro en el momento adecuado. Joc.