jueves, setiembre 28, 2006

Un sueño

Un choque de labios y estoy en el cielo. Una maniobra rápida contra el sofá me dejo indefenso y ahogándome en un mar dorado de felicidad. Como dije, estaba en el mismo cielo ahí tirado, pero no había muerto. El choque entre nuestros labios permaneció inmóvil e infinito, y un ‘no lo hagas, no es justo’ mediante el cual salgo a la superficie y la oscuridad de la sala me devuelve a la realidad, no sin antes haber recibido un extraño beso en la oreja, una especie de mordisco que inyecto en mi un veneno rojizo y mortal.

La luz de sus ojos se desvaneció mientras yo volvía del trance en el cual me había dejado. Ahora estaba consciente y observando todo, como siempre. Mientras su figura permanecía volteada, como pintada en un cuadro, tan llamativa pero tan lejana, fría y calmada, yo aprovechaba para dar un vistazo a todo el lugar. Varios muebles, una televisión, un par de guitarras apoyadas en la pared, juegos de mesa y un idiota parado frente a la tele que había visto en un concierto la noche anterior. Escuchando gritos y mientras se reventaban guitarras, este tarado saltaba por todo el lugar, electrizado, con sentimiento, pero se veía demasiado mal, simplemente la clase de gente que ves, y odias. ¿Qué hacia ahí? Pregúntale a mi subconsciente. Y bueno, también estaba su madre. La de ella, por supuesto. Igual de bella, pero mayor, quieta y pintada en un sofá lejano, diosa oscura del amor, poderosa, soberbia. No parecía importarle que estuviera ahí. Casi me quedo ciego por la luz violenta de sus ojos (la luz de la hija, mi amada, que ha vuelto su cara hacia mi, nota para los lentitos, a pedido del público), su mirada de nuevo estancada en mí, y hasta me quemo del frío, un frío verde e intenso.

No hablamos, ya todo parecía dicho. Se acerca, lentamente se apoya en mis hombros con ambas manos, ahora esta encima mío, el veneno que quiere liberar su efecto, es inminente, sus labios y el rojizo veneno que corre por mis venas se apoderan de mi, la agarro por la cintura y dos personas se vuelven una, es como una pelea, besándonos con furia y violencia, y mientras la beso siento como el alma se me escapa y se queda en su interior, cada respiro es para ella y siento que cada respiro suyo es mío y dale de nuevo otra vez y la oscuridad me llama y dentro de mi, el deseo incontrolable, una vez mas, tan fuerte y tan apasionado, voltearse jugando, que oscuro se vuelve todo, la veo ahí, entre mis brazos, sonriendo de la manera mas malvada, y su mirada tan fría pero ahora igual de apasionada, y arremeto entonces, de nuevo a la batalla, besos que queman tan dulce, sus labios son tan dulces. Sus labios son muy dulces.

Desaparece, se aleja, ahora queda de nuevo pintada en la oscuridad. ‘Estas muy cerca’, como desentendida, ahora incomoda y a kilómetros de distancia. Me quedo mirándola, allá en el horizonte, perdido y buscando sus ojos. Yo sabía que no era posible, pero quise volar un rato. Yo sabia, que era un sueño. Final de película. Joc.

domingo, setiembre 24, 2006

El Men y la veintiuno.

El viernes siempre es el mejor día de la semana. A veces llego a un punto tan extremo en que vivo solo de viernes a viernes. Lo que pase en la semana no interesa, bang, nueve en mate, bang, el trabajo de Física, bang bang, examen de Historia. Soy inmune a las balas. Hoy es viernes y ésta será la primera crónica de mis viajes en micro.

Son aproximadamente las seis de la tarde y salgo caminando a la Benavides. Me paro al costado de un grifo y espero. Dos combis pasan volando y el viento me golpea con fuerza, me jala a la pista asesina. Pasan unos segundos y se acercan un par de luces, extiendo la mano y trepo ágil como pantera a la veintiuno. Paso tambaleándome por el pasillo agarrado de la baranda mientras la maquina de carrera abre su paso a través de la avenida. Miro alrededor, aun algo aturdido, y caigo en el primer asiento vacío que encuentro. Ahora estoy sentado justo atrás del cobrador, en el asiento mas cercano a la puerta (mi paso por el pasillo no fue tan largo, pues). Me saco la mochila y empiezo a observar. Busco marcas en las ventanas, algo en el parabrisas, trato de darle una chequeada al chofer. Nada interesante. Una calcomanía, en la puerta, “CUIDADO RATAS, con la uña.” ¿La uña?

Volteo los ojos hacia la ventana. La ciudad de noche, el mismo viaje de noche, me hace sentir rebelde, pobre y poderoso. Sigo demasiado rebelde y siento al cobrador que me dice que le pague, saco una moneda de cincuenta centavos, se la doy, me mira raro y sigue su camino. Tampoco le doy mucha importancia, pero era cuestión de tiempo para que me diera cuenta de quien era ese personaje tan extraño. Es cierto que todos los cobradores son una sarta de bichos raros hasta las huevas, pero este “joven” (así como dicen las abuelas) era diferente.

Aspecto sucio y desaliñado, gorrito rasta que se mezcla con unos rulos muertos y sucios, una capucha negra e igual de sucia, camisa morada, sucia y llena de manchas, pantalón desgastado y, bueno, sucio. Era alto y parecía un gorila por la manera en que se balanceaba entre la puerta del carro y el vacío. Ahora que lo pienso, también cuando pasaba por el pasillo parecía que se deslizaba por lianas o algo, estaba en su selva. Matoncito y faltoso, pero de una manera graciosa, pasaba cobrando y entregando pasajes. Luego se balanceaba de nuevo hasta la puerta y llamaba de nuevo: Todo Benavides, Arequipa, Arequipa, Tacna, Benavides, Tacna, Benavides… como si lo tuviera escrito en el cerebro con plumón indeleble.

Una cosa que no mencione sobre el Men (mejor conocido como cobrador) es que tenia la Uña. Nunca había logrado entender porque los cobradores se dejaban las uñas largas. No es estético, no se ve malicioso, ni mafioso ni nada con oso. Solo ahora me doy cuenta de mi gran ignorancia respecto a la Uña. En serio, ten cuidado con la Uña. No es una uña cualquiera, sino la Uña, tan mortal y venenosa. Por supuesto que a un personaje como el que observaba no le podía faltar la Uña. Esa uña tan larga y horrible en cualquiera de los dedos que tiene tan variados pero igual de asquerosos usos. O también se puede usar como arma para intimidar, como el cobrador: A cualquier idiota que veía, tan inferior y lento, caminando como imbécil por ahí, extendía la mano y le daba un poco de la Uña. Se tiene que ver para poder apreciar la belleza del acto, los ojos de malo, tan asesinos y crueles, mirando fijamente a la pobre victima de la uña extendida tan filuda y maldita. Uña para los inferiores, nosotros pasábamos la Av. Arequipa volando.

La noche se pone un poco más oscura y las luces amarillas de los postes le dan una atmósfera lúgubre y tenebrosa a las calles que veo pasar desde la ventana del micro. No hay mucha gente, y el Men estaba tranquilo. Hasta cuando se le ocurrió pasar cobrando de nuevo. Da una primera ronda y luego se encuentra con una tía. La tía, fea y desarreglada, pobre e infeliz como cualquiera, sentada incomodísima en un asiento enano leyendo un periódico chicha. Con asco, deja caer una moneda cochina en la mano del Men, sin siquiera mirarlo. Se rasca el bigote, y sigue la lectura. El Men entonces le reclama: Señora, falta. Punto, nada de conciencia pe señora, complete su pasaje, nada de rogar y hacerse el indio triste. Fuerte y determinado, sin importarle un carajo que piense la tía, reclama las monedas que faltan. No puede aplicar la Uña, seria demasiado peligroso, de ahí la mata y te veo en la cárcel. Sin embargo, unos empujones con el brazo también ayudan. No moleste, joven, ya le pague, y el Men, falta pues, mire. Empujoncitos, y la otra que se hace la desentendida, se hace la que lee. El Men mira arriba, vieja de mierda parece gritarle a Dios, y caen las monedas sagradas. La tía las suelta, amarga y horriblemente fea, y dale de nuevo al periódico que nunca estuvo leyendo.

Movimiento rápido y una mano gigante y tosca se extiende con un boleto de pasaje entre los dedos, casi en la cara de la pobre tía que ya pensaba que la acción ya había terminado. Naturalmente, cuestión de tías orgullosas, no recibe el pasaje. La mano sigue extendida y el boleto es la paloma blanca de la paz y el Men que llama: Señora, su boleto. Se nota que no le importa un carajo, y yo cada vez mas entretenido con la escena. Asquerosa la tía, sigue golpeando a la pobre mano con su indiferencia. Pasan segundos eternos y parece que el destino del mundo se reduce a esa mano extendida. Tan criollo y pendejo, deja caer el boleto, sobradísimo, encima de la tía. Esta se pone furiosa y decide golpearlo, con puño cerrado y todo. Yo, alucinando, absorto en la locura del evento, perdido en el tiempo volando de noche por la Av. Arequipa. El Men, un empujón con el hombro, lisuras de la tía que lo rozan, y se quita riéndose.

El Men es una leyenda urbana y uno de mis héroes favoritos, héroe de la esquina marginada de la sociedad que pinta los asientos de los micros y camina entre tierra y muerte. Joc.

domingo, setiembre 10, 2006

El fin del mundo y mi reinado de fuego

Siempre me trato de imaginar como piensa la gente. Me gusta desafiar los mundos que todos crean y destruirlos. Me gustaría saber como piensas, solo para poder decirte que estas mal y que no vales nada. Que se puede hacer, como digo a veces, uno debe jugar con lo que le dieron los dioses. Bueno, lo que te dio Dios, si pues, me voy a confirmar.
Y si Dios me ha dado un don macabro para mutilar mentes y moldearlas de nuevo, es hora de tomar control del mundo y hacer que el caos y el fuego reinen. Pues a todo orden viene la revolución, y mi espíritu se desespera por volar y romper y destruir. Hoy voy a hablar de tal manera que toda tu mente se vera rodeada por letras rojas llenas de cortante verdad, cortando, cercenando esa verdad tan preciada bajo tu almohada. Mi voz se volverá la mas violenta y furiosa de todas, y no tendrás mas remedio que obedecer y resignarte a lo que me de la gana de hacer con tu frágil alma. Yo seré el nuevo rey de la maldad y maestro de la oscuridad solo porque puedo y quiero. Voy a borrar de tu mente cualquier tipo de fe para convertirme en tu día y noche, tu sol y tu luna. Y si quiero, voy a comerme la luna para que siempre haya un sol rojo y molesto que te queme y te recuerde que no puedes vivir sin mí. Mi reinado de terror se expandirá entre el fuego y mi destino divino para dominar a los pueblos. Voy a escuchar gritos y gozar, voy a tomar sangre y disfrutarlo. Hoy, no tendrás pasado ni futuro, ni entenderás tu existencia. Solo sentirás el fuego en tu espalda y la sangre entre tus dedos. Y yo seré por siempre inmortal. Hoy.

Voy a matar a Papanuel. Hoy pienso entrar a tu casa, y quemar tu cama. Dulces sueños, Joc.

sábado, setiembre 09, 2006

Si pudiera...

Me gustaría poder decirte cuanto te quiero. Tantas cosas en verdad, que no puedo hacer cuando estas cerca. Ni siquiera se que escribir en este momento. Tantos sentimientos chocando dentro de mi me están matando. Tu ya me mataste, pero como que siempre me las arreglo para revivir, tan solo para poder sentir el dolor al caer de nuevo tan profundo y tan oscuro. Pero esta vez es diferente. Todo ha dejado de ser un juego y ahora si quiero sentir de verdad. Algo, que no duela pero me haga sentir vivo. Estoy tan vacío, tan arrastrado por los vientos que me llevan por el mundo pero no me dan nada. No estoy seguro a quien le estoy escribiendo. A ti, ojala, si tan solo pudiera. Si pudiera escribir algo que, como poeta romántico, te lleve a pasear por nubes de colores y mundos imaginarios tan perfectos como tú. Si pudiera expresar lo que siento cuando te acercas y sonríes y mi mundo se destruye y quedo encadenado por siempre a lo que quieras. Y si tú supieras que por ti me mataría sin pensarlo dos veces y que nada, que te quiero, solo poder decir te quiero. Me parece tan imposible, se que lo tengo en mente pero no logro atrapar el pensamiento exacto, la determinación para encontrar esos detalles que te hagan un poquito feliz, y yo ser demasiado feliz contigo. Estoy tratando de hacer las cosas bien, pero no se que quieres de mi. Solo se que estas presente en mi alma, tratando de decir algo que no entiendo, quemando mi corazón. Ya habrá otro día para limpiar las cenizas, para caer de nuevo, para sentir el frío oscuro del abismo que tanto conozco. Pero no hoy, por favor, hoy quiero pensar en ti y ser feliz. Me gustaría comprarte un bosque de rosas inmortales y que cada una sea tan linda como tú para que te lo recuerden siempre. ¿Ves? Aun cuando no estas acá ya me dejaste otra vez en blanco. Se que esto no es lo mejor que haya escrito, pero es la que mas he sentido. Sigo quemándome, Joc.