martes, enero 16, 2007

Crónicas de la playa, versión Joc

Casi nunca voy a la playa. El fin de semana pasado tampoco tenía pensado ir a la playa. Es más, la palabra ‘playa’ no estaba entre mis opciones. Hasta el jueves en la noche, mis futuros planes eran:

a) Videojuegos.
b) Salir a algún lugar con la idea de divertirme pero terminar aburriéndome igual que si me hubiera quedado en mi casa practicando las tablas de multiplicar, sólo que con menos plata. Por si acaso, para todos los idiotas que se estén riendo, si se multiplicar. Bueno.
c) Cosas de hombres: Talar árboles, practicar karate, patear bebes, comer chuletas, esas cosas.

Estoy seguro que cualquiera envidiaría tener planes tan geniales, pero necesitaba algo diferente. Este fin de semana fue diferente. Esta, damas y caballeros, es su historia.

Día 1

El jueves me había quedado dormido frente a mi computadora, sin razón aparente. Creo que estaba buscando payasos en mi escritorio. Malditos payasos. Luego, un sonido de conversación de Messenger me despertó. Leo: Oye vente pues Culebra. Ya. Me pongo un polo semi-decente encima, salgo caminando hacia el Óvalo. Me gusta caminar por mi casa, las luces amarillas que caen sobre la vereda generan un ambiente extraño. Camino entretenido, mirando mi sombra, dándole pitadas a un cigarro. También me gusta el Óvalo, hay espacio, hay gente. Es de forma ovalada.

Toda la manada de insanos estaba presente: Diego (lindo), Alessandro, Pepo, Fico y José Miguel. También estaba Mica, pero ella es un poco más normal. Cuando llegué estaban medianamente tranquilos. Luego, empezó la rutina estándar de siempre: Primero son los golpes sin sentido, gritos y alaridos, bailes absurdos, unos cuantos golpes más. Esto sigue así hasta que empiece a circular mas gente, momento en el cual se pasa a la segunda ronda de locuras. Estas, mas elaboradas, son un verdadero cague de risa. Diversión a pleno, en su forma más extraña. Entre las más famosas locuras encontramos:

Quizás en otra historia. Demoraría demasiado. Sólo puedo decir que son locuras muy divertidas. Los mortales comunes y corrientes generalmente piensan que son estupideces, pero ellos no saben nada. Estas locuras sólo las entienden las personas maduras.

Una vez cansados de tanto reír y luego de “rezarle a la meca” (no vale preguntar), ¿Por qué no ir a saludar a nuestro viejo amigo Ronald McDonald? Esperen un momento, es un payaso. Cuando estaba a punto de sacar una escopeta del bolsillo derecho de mi pantalón, me di cuenta que no tenía ninguna escopeta. Ya sin esperanzas, me senté a esperar la muerte a manos del payaso. Luego alguien me dijo: Vamos a la playa. El fin de semana. Nos sobra una cama. Salimos mañana. Si, me lo dijo con rima y todo. Vamos pues.


La ida

Al día siguiente, tenía que estar en la casa de Pepo a las siete. Pepo vive en la molina. Odio ir a la molina. Es lejos, cruzando un cerro. Para esta ocasión, bordeando un cerro, ya que el camino estaba cerrado. Creo que hubiera llegado más rápido en un trineo de lobos.

Al final llegué casi a la hora indicada, digamos una media hora después. Bueno fueron dos medias horas después, pero igual es un mérito conociendo mi puntualidad. En seguida, ya estábamos en la carretera camino a Santa María. Dos nuevos piratas se habían unido a nuestra travesía, Jorge y Santiago.

Aparece en la carretera un cartel verde con letras blancas: Santa María. Un desvío, izquierda, derecha, luces tenues amarillas caen sobre nosotros mientras el carro atraviesa las calles. Era algo tarde, pero la noche aún ni empezaba. Llegamos al edificio y dejé mis cosas tiradas en el cuarto. Era el inicio de un nuevo episodio en la historia sin libro de Joc.

No pienso contar todo lo que sucedió en los días siguientes, ya que sería como escribir una enciclopedia, un diccionario o una biblia. O todos juntos. En vez de eso, prefiero relatar los eventos más importantes y geniales a mi parecer. Como ‘mi parecer’ es sinónimo de ‘verdad absoluta’, seguro que todos quedarán satisfechos.

Asia

Nunca voy a Asia. Después de habernos instalado en Santa María, nos cambiamos y bajamos a jugar ping-pong. Luego, de regreso a la carretera, estábamos camino a Asia. Santiago tuvo que ir en otro carro, lleno de mujeres. Pobre. Nuestra hora de regreso: una y media. Eso no existe, pues. Hay que ser necios.

Paramos en un grifo, ya en Asia. Entré a la tiendita que siempre hay en los grifos para comprar algo. Al cruzar la puerta, me encontré rodeado de cerveza. Barena. Era como en el comercial, era todo un mundo de goce y encanto total. Mentira, solo tenia botellas a mi alrededor. Compramos un par con Alessandro y salimos de aquel horrible lugar, botella en mano, a seguir siendo bacanes.

Fuimos caminando hasta Juanitos. En la entrada, ya se iba acumulando la gente. Desde afuera se notaba que también había mucha gente adentro. Era preciso ingresar y lo logramos. Mientras caminábamos por el lugar, me encontré con algunos amigos. Avanzaba mientras saludaba, con dirección hacia el baño. El baño era horrible. Básicamente era cemento con forma de baño sólo que faltaba el baño, ya sea un water o un lavatorio, qué se yo. Era cemento.

Salí de ese horrendo lugar y fui directamente al bar. Creo que lo único que había en todo el local era Barena, con su mundo mágico de alegría y fiesta. Compré una botella grande a medias con Fico y todos nos sentamos a disfrutar. Luego todos se dispersaron en diferentes direcciones, mientras yo terminaba de secar todo el trago que había quedado en la mesa.

Di vueltas y vueltas, compré más trago y me encontré con Alessandro y Santiago. Subimos una plataforma y seguimos tomando apoyados en una barra. Luego Santiago se fue, picado. Creo que el alcohol ya estaba invadiendo mi cerebro también. Un trago más y Alessandro me jala y dice: Es Tongo. ¿Qué? Si, era Tongo, bailando en el escenario, muy bien con el terno blanco, sudando como chancho. Fuimos corriendo a gritar: ¡Tongo!, ¡Tongo! y fue divertido.

Alessandro le alcanzó mi botella de cerveza a Tongo, quien la recibió muy feliz pero no chupó nada. Eso molestó al público, desatando el infierno para el pobre Tongo. En verdad era bien feo. Le tiraron de todo, arena, piedras, etc. Estoy casi seguro que vi volar un bebé. Mientras Tongo intentaba esquivar todo los proyectiles que eran lanzados hacia el escenario (incluido el bebé), yo me desarmaba de la risa. En serio, casi se me sale un brazo o algo así. Al finalizar el concierto, Tongo tuvo que escapar en helicóptero. Mentira. Lo mataron a pedradas. Descansa en paz, Tongo.

Me seguí moviendo un rato por el lugar, ya eran alrededor de las tres de la mañana. Necio, me dije, y ya tenía planeado dormir en la playa. Luego apareció Pepo. Estaba caminando como loco, de repente estaba con nosotros y luego se iba atrás de un pata cualquiera bailando. Creo que quería bailar con un hombre, pero no le dio el tiempo suficiente para encontrar uno a la medida indicada. Ya nos estaban esperando afuera.

En un arranque de locura, una vez fuera de Juanitos, algunos caminamos en dirección opuesta al carro, buscando una escapatoria. La noche no podía acabar, no sin un sanguchón campesino. Tengo que decir que el Sanguchón Campesino de Asia no es nada campesino. Cuesta EL DOBLE. Ni me hagan empezar con eso.

Me sometí al abuso y compré un pan-pizza. Regresé apurado, comiendo como podía. Creo que todos habían terminado, menos yo. Subí al primer carro que vi. Estaba lleno de mujeres, y de Fico. Alguien me pidió un poco de mi pan-pizza, que para ese entonces ya era cualquier cosa menos pan-pizza. Luego fui hacia el otro carro, tambaleándome. Entré como pude y seguí devorando. Era una masa de queso y otras cosas. Cuando ya no podía más, pasé mi plato para atrás y alguien se lo comió. Todo.

La carretera parecía infinita, pero llegamos al fin. Me limité a entrar, subir las escaleras y caer muerto en un colchón. Creo que Diego y Fico se escaparon y terminaron en una discoteca sólo-para-hombres en San Bartolo. De regreso al cuarto, yo seguía muerto. Fin de la noche.

La mañana siguiente

Desperté con dolor de cabeza. No tenía almohada (gracias Pepo). No salió el sol. Tuve el presentimiento de que todo iba a ser aburrido y horrible. Bajé, aburrido y horrible, a jugar ping-pong. Ahí terminó la mañana.

El club Esmeralda odia a Joc

Yo también lo odio. Todo empezó cuando salimos de la casa, el sábado, a buscar qué hacer. Hacía mucho frío para meterse al mar. Todo seguía, como lo había presentido, aburrido y horrible.

Alguien tuvo la idea de colarse al club Esmeralda. Dicen que está lleno de árabes locos con pistolas. Sonaba como un buen plan. Caminamos hacia la sede más cercana. Entramos. José Miguel hizo toda clase de hazañas para hacernos pasar (abrir huecos, trepar rejas, forzar candados, gritar como loca, ese tipo de cosas). Igual nos botaron, justo antes de lanzarnos a la piscina. Qué importa, todavía quedaba otra sede. La de la piscina gigante de agua salada.

Llegamos y tratamos de entrar con nombres de socios. Diego lo logró. Pepo era socio y Santiago pasó como su hermano. Nadie sabe cómo. Los demás fracasamos. Alessandro y José Miguel terminaron prohibidos de ingresar a cualquiera de las tres sedes. Ya todo estaba perdido.

Nos arrastramos, abatidos, hacia uno de los muros del club. Esperamos hasta que nos dimos cuenta que la pared en la que estábamos apoyados era ‘trepable’. José Miguel fue primero y ya no regresó. Lo había logrado. Alessandro esperó hasta estar mentalizado en la operación. Luego trepó y también se largó. Escuché gritos y supe qué había salido victorioso. No quedaba otra, tenía que probar suerte.

Esperé un rato, luego pensé ‘a la mierda’ y me mandé. En unos segundos ya estaba adentro, pero no sabía qué hacer. Mientras estaba trepando, Fico suspiró, emocionado: Vaya, eso es digno de una historia. Bueno, no terminó como me lo esperaba, pero he aquí la historia.

Una vez adentro, era todo un fugitivo. Lo que estaba haciendo no era legal. La adrenalina fluía por todo mi cuerpo. Era una sensación increíble. Avancé hacia donde estaban todos, pensando que lo había logrado.

Ya me sentía adentro, estaba a punto de saltar a la piscina. Si lo hacía, ya nadie me sacaba. Luego, apareció un gordo rechoncho. Tenía un woqui-toqui, supe al instante que era de seguridad. Seguía caminando como si nada, hasta encontrarme frente a frente con el maldito ese. Nuestra conversación fue más o menos así:

Gordo-de-seguridad: Señor, ¿Qué hace acá?
Joc: Eh… Nada. Vine a saludar a unos amigos.
Gordo-de-seguridad: ¡Pero si se ha metido por la pared!
Joc: Eh… Hmm… ¿En serio?
Gordo-de-seguridad: …
Gordo-de-seguridad: Déjeme acompañarlo a la salida.

Extendí mi mano y encontré un bate de béisbol que apareció por ahí. Al segundo que se volteó, le metí un batazo en la cabeza. El cuerpo cayó como un costal de papas al agua. Todos los otros idiotas de seguridad hablaban con sus woqui-toquis como locos mientas yo corría hacia la puerta. Sólo volteé un vez, para ver cómo se lanzaba José Miguel del trampolín. No sabe saltar. Por ahí dicen que tampoco sabe saludar.

Seguí corriendo hasta encontrarme con Fico y Jorge. Esperamos hasta que los demás regresaran. Se veían contentos. Igual regresamos en la noche y me tiré del trampolín. Fui feliz y, luego, Diego recibió toda clase de ataques semi-sexuales (con ropa) por parte de, bueno, casi todos (Fico). Desde esa misma tarde, Alessandro y José Miguel no estaban ya que, todos teman, son modelos. Cuenta la leyenda que en el mundo de fantasía de los desfiles hay mujeres calatas. Bien por ellos.

Asia, (casi) de nuevo

Cuando regresamos de la piscina, no sabíamos qué hacer. Comimos y nos cambiamos. Jugué un poco de ping-pong. Luego volví al cuarto. Resulta que había una discoteca cerca. Quién hubiera podido imaginar lo que sucedería esa noche.

Escondimos dos botellas de whisky y salimos a la calle. Fuimos a la casa de las niñas con las que habíamos ido a Juanitos el día anterior. Esperamos. Luego esperamos un poco más. Acto seguido, reventamos un cuete atrás de la casa. Sólo después de eso, salieron.

Diego y Jorge caminaban, conversando con ‘las amigas’. Personalmente, trato de evitar conversaciones con chicas que tengan enamorado, ya que todo lo que dicen se reduce a ese tema. La verdad es que las mujeres no saben cómo piensa un hombre y por eso, cuando tienen la oportunidad de conversar con uno, tratan de sacarle toda la información posible. Es como una guerra no declarada, donde ellas atacan constantemente. Por eso, evito las enamoradas. Es más, la mayoría de problemas que tienen son completamente idiotas. Por ejemplo, escuché algo de un mensaje de texto malinterpretado. Una pista, nena, ¿Qué tanta interpretación puede haber en un mensaje de texto? Son sólo letras que cada uno lee en una voz diferente. No, nadie escuchó tu linda voz mientras lo mandabas. Nadie supo con que tono quisiste decir lo que escribiste en el mensaje. ¿Por qué? Porque lo ESCRIBISTE. La próxima vez prueba hablar, a la mayoría le funciona. No sigo porque no vale la pena.

Seguíamos caminando. Pepo no tenía tiempo para las mujeres. Seguía dándole al whisky, puro. Santiago también estaba en las mismas. Yo, no tanto. Quería mezclar el trago con algo. Guaraná siempre funciona. Vamos a comprar, le dije a la patrulla. Todos pusimos algo de plata, la gran colecta dio como resultado la gran suma de seis soles. Mínimo te alcanza para un par de botellas grandes. Pero no, no en este quiosco. Tres soles, cada botella de medio litro. Abuso total. La mafia en pleno. De nuevo sucumbí ante el atropello y pagué. Bueno, mandé a que Fico pagara. Como era de esperarse las botellitas no duraron nada y de nuevo a tomar whisky puro. Como los machos, será pues.

No se podía entrar al local con trago. Escondimos el trago y no nos dejaron pasar, no habían documentos. Igual era una mierda el lugar este. Me fui balbuceando groserías. Más whisky, por favor.

Para no hacerla larga, por extrañas razones desconocidas, todos querían ir a Asia. Punto. Diego corría por la pista persiguiendo taxis, desquiciado. Pepo, el más reacio a ir en un principio, también estaba en la onda. Alessandro y José Miguel llegaron, pero fueron a cambiarse. De pronto, paró un taxi. En segundos, ya todos estábamos adentro y en camino. Ya casi en la tranquera, nos acordamos de Alessandro. ¿Cómo puede demorarse tanto? Yo creo que se estaba maquillando. Si no hubiera pasado lo que pasó después, lo dejábamos. La gente estaba demasiado loca como para ser considerados.

El carro se detuvo, todos bajaron. Pepo hablaba por celular, con cara de qué-carajo. Yo seguía en la maletera, con Fico. Junto al tanque de nitro. Era increíble, ya estábamos a punto de entrar a la carretera. Y luego la siguiente parada era Asia. Hasta el amanecer.

Mientras regresábamos, nos golpeó la realidad. Todo había sido culpa de José Miguel. Él había desenmascarado el plan. No era posible, no, no era verdad. Fico estaba en una etapa de negación. No lo podía creer, caminaba jugando con un desarmador entre las manos. Daba miedo. Decidí avanzar un poco más rápido.

Al final entramos de nuevo a la discoteca de mierda esa, si me volvían a pedir documentos le iba a clavar una estaca en el cráneo a los de la puerta. Por suerte (para ellos), sólo tuve que transmitir el mensaje mediante una mirada maliciosa. Lo entendieron, y me dejaron pasar. Nadie murió esa noche.

Luego de pasar por el baño del lugar, volvimos a salir. Dos de las cuatro amigas (desconocidas para mí) con las que habíamos llegado se quedaron adentro. Como alguno de nosotros dijo, “Se les estaba cayendo el avión.” Era verdad.

Sólo quedaba vagar por la noche, ahora nos encontrábamos en el malecón, sentados sin hacer nada. Era la depresión total, gracias a dios teníamos el whisky. Alessandro ya estaba con nosotros, José Miguel se había ido por ahí a reflexionar sobre lo que acababa de hacer. La verdad es que no fue su culpa del todo, pero para mi historia es preciso que todo fuera su culpa.

Terminé, como de costumbre, presumiendo sobre mis habilidades de escritor, filósofo y contador de historias. Después de tomar algunas fotos, practicar un poco de karate y rezarle a la meca, regresamos al edificio. Algunos se habían ido antes. Pepo, Fico y yo nos quedamos atrás, metiéndole ‘all-in’ a lo que quedaba del whisky. Fico tiene un problema con eso de los juegos y las apuestas. Aún así, no quería jugar póker. Parecía que se moría la noche.

Entramos al cuarto justo para ver cómo José Miguel se embarraba todo de pasta de dientes. Se la habían puesto en las manos cuando estaba dormido. Estaba loco y, como no queríamos morir, cerramos la puerta y esperamos a que todo estuviera callado. Poco a poco la situación se fue calmando, entonces decidí dormir. Era tarde, tenía sueño. No sabía lo que me esperaba.

¿Qué es eso picante en mi cabeza?

Fue lo que me pregunté al despertarme de golpe. Me toco la cabeza, estaba mojada. Sólo por el lado derecho. Levanto la cabeza y empiezan a caer gotas de una sustancia rojiza en mi almohada. La puta madre.

Me tambaleo hasta la puerta del otro cuarto, completamente zombi, hecho mierda y chorreando por todos lados. Locos de mierda, pienso. Entro al cuarto, le tiro mi polo hecho mierda a alguien y me cago de risa. ¡¿Qué chucha tienen en la cabeza?! Si tan sólo hubiera traído mi lanzallamas, eso si que hubiera sido divertido.

Fui al baño a lavarme el pelo. Qué asco. De repente apareció Diego. Tenía la espalda hecha mierda, llena de salsas extrañas. Jorge también había sido agraviado, en la cara, con mayonesa. A Fico sólo le tiraron un poco de leche y casi mata a todos.

El olor en el cuarto era insoportable. Luego de vaciar una botella entera de shampoo en mi cabeza y seguir oliendo a mierda confitada, me largué a dormir a la sala. Así pasé la noche. Estaba completamente destruido. Aún no sabía en qué consistía la mezcla demoníaca que tenía en la cabeza, tampoco quería saber. Al despertarme la mañana siguiente, me lavé el pelo tres veces mientras me bañaba. Asco.

Nunca supe la fórmula de aquella salsa del mal, jamás debería ser revelada. Esa porquería es más peligrosa que una manada de jabalíes violadores en una sala de maternidad. (Si en verdad quieres conocer los ingredientes de la fórmula perversa de la “salsa del mal”, mándame un mail a joc_oob@hotmail.com invitándome a tu fiesta de cumpleaños. Sólo nenas.)

~ A partir de este momento estoy escribiendo bajo presión por cigarros gratis ~

Joc es revolcado y vive para contar esta historia

Luego del incidente de la noche del sábado, después de bañarme y tomar desayuno con todos, qué creen que hice. Bajé a jugar ping-pong un rato. Es un vicio. Terminé perdiendo el último set del fin de semana. Qué pica. Perder el último partido, en el último día del viaje. En fin, salimos con dirección a la playa. Habíamos inflado globos de agua, pero todos terminaron en Pepo.

Una vez que bajamos las escaleras desde el malecón (son millones), dejamos las cosas en el toldo y fuimos a la orilla. Poco a poco me iba dejando llevar por el agua helada. Seguía en medio de la espuma, las olas reventaban mucho más atrás. Había bandera roja, pero soy todo un temerario para esas cosas.

Pasé un rato muy feliz en el agua, chapoteando entre las olas, corriéndolas a pecho, amenazante, sin miedo. Era el rey del mundo. Escuché a un niño riendo por ahí, arruinando mi goce, y le tiré agua salada en los ojos. No iba a dejar que nadie destruyera mi momento de gloria. Y, bueno, luego llegaron las olas. Las grandes.

Es verdad que la naturaleza no perdona. Unos segundos antes, estaba cantando ‘We are the champions” cuando una ola mediana me tomó por sorpresa y me hizo tragar algo de agua. Todavía no recuperaba el aire y ya se venía la siguiente. Mucho más grande. Si retrocedía, igual me iba a alcanzar. Si avanzaba, quizás no llegaba a pasarla a tiempo. Si me quedaba ahí, me reventaba en la cara.

Decidí avanzar y tratar de alcanzar la ola antes que reventara. Mala idea. Fui revolcado brutalmente, lanzado directamente a la lona. Salí a la superficie y me di cuenta que venía otra. No tenía aire, miré alrededor y no vi a nadie. Traté de avanzar, fue peor. Doble revolcada, repetidas vueltas en el agua, completamente desorientado. Por instinto salí a tomar aire, todo lo veía borroso. Ni siquiera tuve tiempo de voltear cuando arremetió conmigo la tercera y última ola. Esa si fue devastadora. Me dejé llevar por la corriente. Aparecí entre la espuma, sin saber dónde mierda estaba. Encontré a Alessandro, con una cara que me hubiera dado risa si mi vida no hubiera estado en peligro. Nos arrastramos hasta la orilla, buscando ayuda. Pepo estaba cerca, a salvo, pero creo que quería que sufriéramos. Al llegar a tierra firme, juro que casi beso la arena mismo un naufrago. Niños, nunca jueguen con la furia de Poseidón.

La vuelta

Luego de días llenos de aventuras, el viaje tenía que llegar a su fin. En el carro, ya muy poco quedaba por decir. Sólo callar a José Miguel un par de veces. Siempre el regreso a Lima se vuelve más rápido, no se por qué. De un momento a otro llegamos a la casa de Pepo. Yo, por lo menos, estaba muerto. Caminamos hacia el Molina Plaza.

Me compré un combo en el Kentucky y lo disfruté mucho. Luego Alessandro entró en crisis. Depresión, seguida de arranques de locura y actos vandálicos. Posible sadismo. Hasta casi destruye su celular, todo gracias a la falta de dinero. Por suerte dicen que pudo satisfacer todas sus necesidades a tiempo, antes de salir como un loco a golpear gente.

Regresamos a recoger nuestras cosas. Cada uno siguió su camino. Era el final de otro episodio en la historia sin libro de Joc. Todo sea por el pueblo. Y por los cigarros. Fin.

Gracias a todos los que formaron parte de este increíble relato y contribuyeron con la historia. Fue muy divertido escribirla. -Joc

miércoles, enero 10, 2007

No pienso pagar: Viene con metida de rata incluida.

Quiero hacer esto corto, porque tengo sueño y todavía no termino mi hamburguesa de Bembos:

Un martes, una noche como cualquier otra, aparecí en una casa, luego entre a un auto y después de empujones y aplastamientos (y algunos gritos extraños) llegué a Mecano. De repente se escribe Mekano, porque escribir todas las palabras con ‘k’ esta de moda. No tengo idea y tampoco me importa, sigo con sueño y aún no comienzo con mi hamburguesa. Clásica. Como Dios manda.

Estábamos por ahí, dando vueltas alrededor de las once, seguía cerrado. Por lo menos no veía a nadie entrando. Tenía un flyer en la mano: Ellas entraban gratis y ellos 2x1 hasta las 12 y media o algo así. ¿Por qué poner ellos y ellas? Suena horrible. Chabacanos.

Media hora después, todavía nadie avanzaba. Por supuesto que “ellas” habían entrado hace rato. Me parece extraño como las mujeres aceptan ese tipo de trato (que por supuesto las beneficia, a mi me encantaría chupar gratis) sin darse cuenta que están siendo usadas como carnada. Como un objeto. Sin decir nada, pasan felices de la vida y se divierten, no hay problema. Luego crecen, piensan un poco, se vuelven feministas fanáticas y creen luchar por la igualdad entre hombres y mujeres. No gracias, hijas del mal, ya han sido parte del negocio antes y ahora no piensen que pueden escaparse del sistema. No se quejen.

Mis compinches y yo seguíamos esperando, el 2x1 significaba pagar diez soles por cabeza y no estaba nada mal. Si, dije compinches. Una vez más, soy así de bacán. Estaba tranquilo, sentado frente a una botica, con muchos hombres alrededor. Demasiados. Amontonándose en la fila, como animales, esperando saltar hacia el tono. Todavía era parte del circo.

Al ver cómo se acumulaba la gente, la botica 24 horas cerró. Seguía en la fila. Seguía tranquilo. De repente empezaron a correr rumores extraños. ¿Qué? No, no espera… ¡¿Qué?! Si pues, ahora es veinte por cabeza. Con el flyer. Que se supone era veinte por dos. Si todavía no te das cuenta, eso significa PAGAR EL DOBLE. Al escuchar esto mire alrededor, esperando una respuesta de la multitud. Tumbar la puerta, matar a un VIP, algo. Qué abuso. Eso no puede ser legal. Es como que te roben en la calle, sólo que peor: Al final terminas pagando por voluntad propia. No, no tienes una pistola apuntándote a la cabeza. Puedes voltearte e irte. Es así de fácil.

Yo la pensé, ya estaba ahí, qué más iba a hacer, ya tenía amigas adentro. Todas son excusas para racionalizar el hecho que te están robando y te estás dejando porque quieres. Es más, estás haciendo una cola gigante, esperando ansioso a que te roben. No importa si son mil cocos o diez céntimos. No le quiero dar más plata a alguien que hace trampa, te mete la rata y se caga de risa.

Es de lo más estúpido, es EL DOBLE. Uno no va a una tienda, se compra un polo y en la caja te dicen que cuesta tanto, cuando en la etiqueta dice que cuesta la mitad. ¿Por qué? Porque es absurdo. Existe la ley de la oferta y la demanda, pero así no se juega. Si vas a un quiosco y quieres chizitos, y luego vienen muchos niños que también quieren chizitos, ¿La señora del quiosco le sube el precio a los chizitos? No, la señora no es corrupta y sabe cuál es el precio justo de una bolsa de chizitos. Y luego todos los niños son felices. Es muy probable que regresen después, le compren a la señora de nuevo y estallen de alegría comiendo chizitos una vez más. Seguro la señora también esta contenta. ¿Cuál es el problema con hacer las cosas de la manera que se deben hacer?

Luego de un rato, llegué a la puerta. Todos entraron, menos yo.

Creo que toda la gente con la que fui llegó a entrar, qué se puede hacer. Me he encontrado en otras situaciones similares y también he bajado la cabeza. Pagando por el abuso. Pero como todos están locos, qué importa. Espero que se hayan divertido. Yo también me divertí esa noche: Me compré una sabrosa hamburguesa (que todavía no pruebo) y me fui caminando hasta mi casa. Me gusta la luz amarilla, tan tenue, de los postes en las calles oscuras, esa luz extraña. Me hace sentir delincuente. Como los que me quisieron robar diez soles. Joc.

lunes, enero 08, 2007

Historias sin Libro, parte 1.

Esta es una de las mejores historias que tengo y, como todo lo que cuento, fue algo que paso en realidad. La voy a escribir de tal manera que se puedan apreciar todos esos pequeños detalles que la hacen divertida y a la vez me hacen quedar como un idiota. Sin embargo, en este punto ya todos se deberían haber dado cuenta que no tengo nada de idiota, y que soy genial. Sin nada más que añadir, quizás la situación mas extraña en la que me he encontrado: Una noche sólo para chicas.

Hay música extraña que suena en todo el cuarto. No es música, sino un ruido colorido, si sabes a lo que me refiero (no sabes). La gente dice que es música, bueno ellas dicen que lo es. Yo no tengo idea dónde estoy parado, tengo un micrófono en la mano, tiene un logo que no distingo muy bien: American Idol. ¡Santos colibríes bañados en salsa tártara, Batman! Esto no puede ser nada menos que una noche sólo para chicas.

Todo empezó ese mismo día, en la tarde. Me encontraba sentado frente a mi computadora, para variar, jugando algo. De la nada, todo se fue a la mierda. En la pantalla empezaron a salir payasos que se burlaban de mí. Se reían y no paraban de señalarme con sus horribles narices rojas. Odio los payasos. Uno trató de jalarme el pelo, y tuve que romperle el brazo. Los otros vieron eso y se dieron cuenta del error que habían cometido al meterse conmigo. Estaba a punto de sacar la sierra eléctrica que guardo en mi armario cuando regresaron a la pantalla con sus estúpidas narices rojas entre las piernas. Malditos payasos.

Ya no tenía nada que hacer y entonces entre a MSN Messenger. Empezaron a salir ventanas de conversaciones por todos lados, algo común ya que todo el mundo me quiere saludar. Al comienzo era divertido, como un bebe cuando hace alguna gracia, pero luego simplemente dan ganas de patearlo. Estúpidos bebes. En fin, siguiendo mi lógica, pateé el monitor de la computadora y luego empecé a cerrar todas las ventanas. “Hola Joc ven a mi casa necesito que me ayudes en algo… ;)” Perra. “HabLA BroDeRx” Idiota. “Joc quieres casarte conmigo y hacer bebes?” ¡¿QUIÉN ERES?! Bueno esas son conversaciones con las que me encuentro todos los días. Sin embargo, era un jueves en la tarde y necesitaba planes para la noche (Si, yo salgo los jueves. Soy así de bacán.). Le respondí a una de las chicas que me había saludado antes, sólo por pura curiosidad, como quien no quiere la cosa. La conversación fue más o menos así: (nótese mi perfecta ortografía.)

Joc dice:
Hey nena.
SpaceGirl69 dice:
holaaaaa
Joc dice:
Heh. ¿Qué planes para más tarde?
SpaceGirl69 dice:
nada unas amigas van a venir nomas
Joc dice:
Suena interesante. Voy a ir, ¿Ok?
SpaceGirl69 dice:
es solo para chiks :P
Joc dice:
¿QUÉ?
Eso debió haberla confundido un poco, y luego se olvidó de todo el asunto. Justo como lo había planeado. Entonces llamé a un amigo y le dije que teníamos planes. Me dijo: Es jueves, idiota. Le dije que era una nena (siempre funciona) y acordamos encontrarnos en un parque a las ocho.

Hice todos los preparativos para la operación, a la que llamé operación-para-invadir-una-noche-sólo-para-chicas. OPIUNSPC. Los nombres código siempre son divertidos. Los preparativos fueron:

1) Comprar vaselina.

A la hora indicada nos encontramos en un parque de Miraflores. Había olvidado la vaselina en mi cuarto. “Quizás no era la ocasión para intentar consumar perversiones sexuales”, pensé. Seguimos caminando sigilosamente hasta llegar a la frontera con San Isidro. Miramos a ambos lados y cruzamos cuando la luz estaba en rojo. Entonces caminamos en la oscuridad por un rato hasta encontrar la calle indicada en el pedazo de servilleta que tenía en el bolsillo, donde había apuntado la dirección. Ya en la calle correcta, empezamos a buscar la casa de SpaceGirl69. Escuchamos alaridos y gritos y golpes y cosas así, y corrimos hasta el lugar esperando encontrar un cadáver. No era eso, nadie había sido descuartizado (al menos no a la vista). Parados frente a una casa, nos dimos cuenta de donde provenían tantos ruidos locos. De una ventana en el segundo piso salían luces de colores. También los gritos y demás ruidos extraños. No podía con mi asombro, todos teman: Era una noche sólo para chicas.

Me recobré del choque inicial rápidamente pero mi amigo no tuvo la misma suerte. Lo encontré desmayado, encima de un cáctus que había aparecido a nuestro costado, cubierto de sangre y espinas. Era un asco. Fue ahí cuando me dije: Esta noche va a estar llena de aventuras.

Jalé el cuerpo ensangrentado de mi amigo al callejón que estaba al costado de la casa y le di dos soles para que se fuera a su casa. Luego lo dejé ahí y regresé frente a la puerta de la casa. Demonios, el timbre es un intercomunicador. ¿Cómo voy a hacer para que me abran? Sólo quedaba tumbar a puerta, ya que nadie contestaba. Ya empezaba a prepararme mentalmente para destruir la maldita puerta cuando vi que se abría lentamente. Poco a poco, me encontraba con lo desconocido. De pronto aparece el ojo de una de las estúpidas amigas que tenía en ese entonces. No lo pensé dos veces. Corrí hasta la puerta y le metí un codazo directo a la pupila. Empezó a gritar y rodar por el suelo. Abrí la puerta rápidamente y otra idiota que se encontraba parada ahí calló al piso sangrando por la nariz.

Estaba adentro, en el jardín, cagándome de risa. Las otras dos estaban llorando y gritando como nenas. Me aburrí de verlas sufrir y estaba a punto de entrar a la cocina porque tenía hambre cuando saltaron todas como ninjas desde el techo. Otras salieron de los arbustos. Empezaron a saltar como locas y apenas me vieron echaron a correr. Persiguiéndome. Con cuchillos de carnicero. Yo me quedé con una cara de por-la-puta-madre y comencé a trepar por una enredadera hacia una ventana abierta. No sabía qué mas hacer. Las poseídas hijas de Satán seguían atrás mío, trepando aún más rápido y botando espuma por la boca. Son sólo mujeres, me dije a mi mismo, y me comencé a balancear de un lado a otro en la enredadera. En efecto, eran sólo mujeres, y como las mujeres no tienen equilibrio, una a una fueron cayendo de nuevo al piso a llorar y gritar. Ha! Ha! me burlé, y seguí trepando.

Llegue a la ventana abierta y me di cuenta que daba al baño. Qué conveniente, pensé, eso de trepar por una enredadera mientras una jauría de desquiciadas te persigue con cuchillos de carnicero me había ensuciado un poco. Mientras me lavaba las manos, una sombra apareció por la ventana. Casi me cago del miedo. Una de las “chicas” había logrado permanecer en la enredadera y trepar hasta el baño. Carajo. Qué horrible, era como la tipa de “El Aro”, sólo que peor. Estaba a punto de saltar y devorarme y comerme cuando, de pronto, en un desesperado intento por sobrevivir, agarré un bonsái que estaba por ahí y se lo tiré en la cabeza. Mientras gritaba, aproveché y le metí una patada en el estómago, haciéndola caer por la ventana junto a sus hermanas demoníacas. HAHAHAHAHAHAHAAHAHA! Así es como se maneja a las quinceañeras.
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miércoles, enero 03, 2007

A la deriva.

Hay mucha gente. Demasiada gente. Un trago más de ron y cierro los ojos. Sigo inmóvil mientras todo da vueltas a mi alrededor y pienso que estoy en un carrusel. Todas esas personas, riendo, moviéndose de un lado a otro, serpenteando a través de la sala. Todas esas luces, queman mis ojos aun cuando están cerrados. Ese zumbido, mezcla de voces y música muy fuerte, tan demasiado fuerte en ese instante en el que sigo de pie, con los ojos cerrados buscando nubes de colores en un cielo completamente negro.

Luego se detiene el tiempo. Ya nada se está moviendo, el zumbido molesto se convierte en el monótono y angustiante rugir del silencio. ¿Dónde estoy? Me pregunto. No me atrevo a moverme, y ahora que tengo los ojos abiertos sigue siendo todo negro. Qué miedo. Todavía recuerdo cuando bajaba corriendo a la cocina de mi casa para sacar unas galletas. Qué miedo le tenía a lo oscuro, a lo desconocido. Por supuesto que era mi casa y la conocía, pero en la noche todo parecía diferente. Todo es culpa de los duendes, pienso. ¿Por qué ya no me gustan tanto las galletas? ¿Qué haces pensando en eso? Vuelvo a la realidad y poco a poco puedo ver de nuevo. Sigo parado ahí, en medio del patio, mirando al cielo esta vez con los ojos abiertos pero igual, hoy no existen las nubes de colores.

Como un incendio que avanza devorando bosques y aumentando su furia, siento como pasa el ron por mi garganta. Una noche más destruyo mi cuerpo y ahogo mi mente en alcohol, antes era el placer de la autodestrucción el que me seducía, ahora lo hago por razones que no entiendo. No tengo nada que olvidar y me falta tanto por vivir, demasiadas cosas que quiero pero a veces les tengo tanto miedo. El miedo a arriesgar algo, o nada, a veces ni se que estaría arriesgando al probar algo. Igual termino no haciendo nada, inventando historias en mi cabeza sobre lo que pudo ser pero… siempre hay un ‘pero’ que me golpea las costillas siempre que trato de dar un paso más hacia lo que quiero. Hacia lo que necesito y hacia lo que anhelo más que nada en el mundo. Hacia lo que sueño y por lo que me despierto todos los días.

Demonios en mi se pelean, me encadenan a una piedra gigante y luego la tiran a un río. No me quiero ahogar pero la presión es demasiado fuerte y el río me jala y me hunde y de nuevo aparecen las voces, la música y la luz. De golpe regreso una vez más al mundo real y respiro. Miro a los lados y todo sigue como si nada. Muevo la cabeza, trato de ordenar mi cabeza y empiezo a buscar alguna cara conocida.

Camino sin rumbo, entre la gente que baila, se contornea, suda. Hay un aire a deseo en el ambiente que me embriaga de malos pensamientos. Viajo a la deriva en el mar de personas, todas extrañas, gracias a empujones me muevo a través de la sala, sin sentido simplemente esperando el final de la noche que parece no terminar nunca. No estoy buscando nada, pero siento que necesito algo. Joc.