martes, enero 16, 2007

Crónicas de la playa, versión Joc

Casi nunca voy a la playa. El fin de semana pasado tampoco tenía pensado ir a la playa. Es más, la palabra ‘playa’ no estaba entre mis opciones. Hasta el jueves en la noche, mis futuros planes eran:

a) Videojuegos.
b) Salir a algún lugar con la idea de divertirme pero terminar aburriéndome igual que si me hubiera quedado en mi casa practicando las tablas de multiplicar, sólo que con menos plata. Por si acaso, para todos los idiotas que se estén riendo, si se multiplicar. Bueno.
c) Cosas de hombres: Talar árboles, practicar karate, patear bebes, comer chuletas, esas cosas.

Estoy seguro que cualquiera envidiaría tener planes tan geniales, pero necesitaba algo diferente. Este fin de semana fue diferente. Esta, damas y caballeros, es su historia.

Día 1

El jueves me había quedado dormido frente a mi computadora, sin razón aparente. Creo que estaba buscando payasos en mi escritorio. Malditos payasos. Luego, un sonido de conversación de Messenger me despertó. Leo: Oye vente pues Culebra. Ya. Me pongo un polo semi-decente encima, salgo caminando hacia el Óvalo. Me gusta caminar por mi casa, las luces amarillas que caen sobre la vereda generan un ambiente extraño. Camino entretenido, mirando mi sombra, dándole pitadas a un cigarro. También me gusta el Óvalo, hay espacio, hay gente. Es de forma ovalada.

Toda la manada de insanos estaba presente: Diego (lindo), Alessandro, Pepo, Fico y José Miguel. También estaba Mica, pero ella es un poco más normal. Cuando llegué estaban medianamente tranquilos. Luego, empezó la rutina estándar de siempre: Primero son los golpes sin sentido, gritos y alaridos, bailes absurdos, unos cuantos golpes más. Esto sigue así hasta que empiece a circular mas gente, momento en el cual se pasa a la segunda ronda de locuras. Estas, mas elaboradas, son un verdadero cague de risa. Diversión a pleno, en su forma más extraña. Entre las más famosas locuras encontramos:

Quizás en otra historia. Demoraría demasiado. Sólo puedo decir que son locuras muy divertidas. Los mortales comunes y corrientes generalmente piensan que son estupideces, pero ellos no saben nada. Estas locuras sólo las entienden las personas maduras.

Una vez cansados de tanto reír y luego de “rezarle a la meca” (no vale preguntar), ¿Por qué no ir a saludar a nuestro viejo amigo Ronald McDonald? Esperen un momento, es un payaso. Cuando estaba a punto de sacar una escopeta del bolsillo derecho de mi pantalón, me di cuenta que no tenía ninguna escopeta. Ya sin esperanzas, me senté a esperar la muerte a manos del payaso. Luego alguien me dijo: Vamos a la playa. El fin de semana. Nos sobra una cama. Salimos mañana. Si, me lo dijo con rima y todo. Vamos pues.


La ida

Al día siguiente, tenía que estar en la casa de Pepo a las siete. Pepo vive en la molina. Odio ir a la molina. Es lejos, cruzando un cerro. Para esta ocasión, bordeando un cerro, ya que el camino estaba cerrado. Creo que hubiera llegado más rápido en un trineo de lobos.

Al final llegué casi a la hora indicada, digamos una media hora después. Bueno fueron dos medias horas después, pero igual es un mérito conociendo mi puntualidad. En seguida, ya estábamos en la carretera camino a Santa María. Dos nuevos piratas se habían unido a nuestra travesía, Jorge y Santiago.

Aparece en la carretera un cartel verde con letras blancas: Santa María. Un desvío, izquierda, derecha, luces tenues amarillas caen sobre nosotros mientras el carro atraviesa las calles. Era algo tarde, pero la noche aún ni empezaba. Llegamos al edificio y dejé mis cosas tiradas en el cuarto. Era el inicio de un nuevo episodio en la historia sin libro de Joc.

No pienso contar todo lo que sucedió en los días siguientes, ya que sería como escribir una enciclopedia, un diccionario o una biblia. O todos juntos. En vez de eso, prefiero relatar los eventos más importantes y geniales a mi parecer. Como ‘mi parecer’ es sinónimo de ‘verdad absoluta’, seguro que todos quedarán satisfechos.

Asia

Nunca voy a Asia. Después de habernos instalado en Santa María, nos cambiamos y bajamos a jugar ping-pong. Luego, de regreso a la carretera, estábamos camino a Asia. Santiago tuvo que ir en otro carro, lleno de mujeres. Pobre. Nuestra hora de regreso: una y media. Eso no existe, pues. Hay que ser necios.

Paramos en un grifo, ya en Asia. Entré a la tiendita que siempre hay en los grifos para comprar algo. Al cruzar la puerta, me encontré rodeado de cerveza. Barena. Era como en el comercial, era todo un mundo de goce y encanto total. Mentira, solo tenia botellas a mi alrededor. Compramos un par con Alessandro y salimos de aquel horrible lugar, botella en mano, a seguir siendo bacanes.

Fuimos caminando hasta Juanitos. En la entrada, ya se iba acumulando la gente. Desde afuera se notaba que también había mucha gente adentro. Era preciso ingresar y lo logramos. Mientras caminábamos por el lugar, me encontré con algunos amigos. Avanzaba mientras saludaba, con dirección hacia el baño. El baño era horrible. Básicamente era cemento con forma de baño sólo que faltaba el baño, ya sea un water o un lavatorio, qué se yo. Era cemento.

Salí de ese horrendo lugar y fui directamente al bar. Creo que lo único que había en todo el local era Barena, con su mundo mágico de alegría y fiesta. Compré una botella grande a medias con Fico y todos nos sentamos a disfrutar. Luego todos se dispersaron en diferentes direcciones, mientras yo terminaba de secar todo el trago que había quedado en la mesa.

Di vueltas y vueltas, compré más trago y me encontré con Alessandro y Santiago. Subimos una plataforma y seguimos tomando apoyados en una barra. Luego Santiago se fue, picado. Creo que el alcohol ya estaba invadiendo mi cerebro también. Un trago más y Alessandro me jala y dice: Es Tongo. ¿Qué? Si, era Tongo, bailando en el escenario, muy bien con el terno blanco, sudando como chancho. Fuimos corriendo a gritar: ¡Tongo!, ¡Tongo! y fue divertido.

Alessandro le alcanzó mi botella de cerveza a Tongo, quien la recibió muy feliz pero no chupó nada. Eso molestó al público, desatando el infierno para el pobre Tongo. En verdad era bien feo. Le tiraron de todo, arena, piedras, etc. Estoy casi seguro que vi volar un bebé. Mientras Tongo intentaba esquivar todo los proyectiles que eran lanzados hacia el escenario (incluido el bebé), yo me desarmaba de la risa. En serio, casi se me sale un brazo o algo así. Al finalizar el concierto, Tongo tuvo que escapar en helicóptero. Mentira. Lo mataron a pedradas. Descansa en paz, Tongo.

Me seguí moviendo un rato por el lugar, ya eran alrededor de las tres de la mañana. Necio, me dije, y ya tenía planeado dormir en la playa. Luego apareció Pepo. Estaba caminando como loco, de repente estaba con nosotros y luego se iba atrás de un pata cualquiera bailando. Creo que quería bailar con un hombre, pero no le dio el tiempo suficiente para encontrar uno a la medida indicada. Ya nos estaban esperando afuera.

En un arranque de locura, una vez fuera de Juanitos, algunos caminamos en dirección opuesta al carro, buscando una escapatoria. La noche no podía acabar, no sin un sanguchón campesino. Tengo que decir que el Sanguchón Campesino de Asia no es nada campesino. Cuesta EL DOBLE. Ni me hagan empezar con eso.

Me sometí al abuso y compré un pan-pizza. Regresé apurado, comiendo como podía. Creo que todos habían terminado, menos yo. Subí al primer carro que vi. Estaba lleno de mujeres, y de Fico. Alguien me pidió un poco de mi pan-pizza, que para ese entonces ya era cualquier cosa menos pan-pizza. Luego fui hacia el otro carro, tambaleándome. Entré como pude y seguí devorando. Era una masa de queso y otras cosas. Cuando ya no podía más, pasé mi plato para atrás y alguien se lo comió. Todo.

La carretera parecía infinita, pero llegamos al fin. Me limité a entrar, subir las escaleras y caer muerto en un colchón. Creo que Diego y Fico se escaparon y terminaron en una discoteca sólo-para-hombres en San Bartolo. De regreso al cuarto, yo seguía muerto. Fin de la noche.

La mañana siguiente

Desperté con dolor de cabeza. No tenía almohada (gracias Pepo). No salió el sol. Tuve el presentimiento de que todo iba a ser aburrido y horrible. Bajé, aburrido y horrible, a jugar ping-pong. Ahí terminó la mañana.

El club Esmeralda odia a Joc

Yo también lo odio. Todo empezó cuando salimos de la casa, el sábado, a buscar qué hacer. Hacía mucho frío para meterse al mar. Todo seguía, como lo había presentido, aburrido y horrible.

Alguien tuvo la idea de colarse al club Esmeralda. Dicen que está lleno de árabes locos con pistolas. Sonaba como un buen plan. Caminamos hacia la sede más cercana. Entramos. José Miguel hizo toda clase de hazañas para hacernos pasar (abrir huecos, trepar rejas, forzar candados, gritar como loca, ese tipo de cosas). Igual nos botaron, justo antes de lanzarnos a la piscina. Qué importa, todavía quedaba otra sede. La de la piscina gigante de agua salada.

Llegamos y tratamos de entrar con nombres de socios. Diego lo logró. Pepo era socio y Santiago pasó como su hermano. Nadie sabe cómo. Los demás fracasamos. Alessandro y José Miguel terminaron prohibidos de ingresar a cualquiera de las tres sedes. Ya todo estaba perdido.

Nos arrastramos, abatidos, hacia uno de los muros del club. Esperamos hasta que nos dimos cuenta que la pared en la que estábamos apoyados era ‘trepable’. José Miguel fue primero y ya no regresó. Lo había logrado. Alessandro esperó hasta estar mentalizado en la operación. Luego trepó y también se largó. Escuché gritos y supe qué había salido victorioso. No quedaba otra, tenía que probar suerte.

Esperé un rato, luego pensé ‘a la mierda’ y me mandé. En unos segundos ya estaba adentro, pero no sabía qué hacer. Mientras estaba trepando, Fico suspiró, emocionado: Vaya, eso es digno de una historia. Bueno, no terminó como me lo esperaba, pero he aquí la historia.

Una vez adentro, era todo un fugitivo. Lo que estaba haciendo no era legal. La adrenalina fluía por todo mi cuerpo. Era una sensación increíble. Avancé hacia donde estaban todos, pensando que lo había logrado.

Ya me sentía adentro, estaba a punto de saltar a la piscina. Si lo hacía, ya nadie me sacaba. Luego, apareció un gordo rechoncho. Tenía un woqui-toqui, supe al instante que era de seguridad. Seguía caminando como si nada, hasta encontrarme frente a frente con el maldito ese. Nuestra conversación fue más o menos así:

Gordo-de-seguridad: Señor, ¿Qué hace acá?
Joc: Eh… Nada. Vine a saludar a unos amigos.
Gordo-de-seguridad: ¡Pero si se ha metido por la pared!
Joc: Eh… Hmm… ¿En serio?
Gordo-de-seguridad: …
Gordo-de-seguridad: Déjeme acompañarlo a la salida.

Extendí mi mano y encontré un bate de béisbol que apareció por ahí. Al segundo que se volteó, le metí un batazo en la cabeza. El cuerpo cayó como un costal de papas al agua. Todos los otros idiotas de seguridad hablaban con sus woqui-toquis como locos mientas yo corría hacia la puerta. Sólo volteé un vez, para ver cómo se lanzaba José Miguel del trampolín. No sabe saltar. Por ahí dicen que tampoco sabe saludar.

Seguí corriendo hasta encontrarme con Fico y Jorge. Esperamos hasta que los demás regresaran. Se veían contentos. Igual regresamos en la noche y me tiré del trampolín. Fui feliz y, luego, Diego recibió toda clase de ataques semi-sexuales (con ropa) por parte de, bueno, casi todos (Fico). Desde esa misma tarde, Alessandro y José Miguel no estaban ya que, todos teman, son modelos. Cuenta la leyenda que en el mundo de fantasía de los desfiles hay mujeres calatas. Bien por ellos.

Asia, (casi) de nuevo

Cuando regresamos de la piscina, no sabíamos qué hacer. Comimos y nos cambiamos. Jugué un poco de ping-pong. Luego volví al cuarto. Resulta que había una discoteca cerca. Quién hubiera podido imaginar lo que sucedería esa noche.

Escondimos dos botellas de whisky y salimos a la calle. Fuimos a la casa de las niñas con las que habíamos ido a Juanitos el día anterior. Esperamos. Luego esperamos un poco más. Acto seguido, reventamos un cuete atrás de la casa. Sólo después de eso, salieron.

Diego y Jorge caminaban, conversando con ‘las amigas’. Personalmente, trato de evitar conversaciones con chicas que tengan enamorado, ya que todo lo que dicen se reduce a ese tema. La verdad es que las mujeres no saben cómo piensa un hombre y por eso, cuando tienen la oportunidad de conversar con uno, tratan de sacarle toda la información posible. Es como una guerra no declarada, donde ellas atacan constantemente. Por eso, evito las enamoradas. Es más, la mayoría de problemas que tienen son completamente idiotas. Por ejemplo, escuché algo de un mensaje de texto malinterpretado. Una pista, nena, ¿Qué tanta interpretación puede haber en un mensaje de texto? Son sólo letras que cada uno lee en una voz diferente. No, nadie escuchó tu linda voz mientras lo mandabas. Nadie supo con que tono quisiste decir lo que escribiste en el mensaje. ¿Por qué? Porque lo ESCRIBISTE. La próxima vez prueba hablar, a la mayoría le funciona. No sigo porque no vale la pena.

Seguíamos caminando. Pepo no tenía tiempo para las mujeres. Seguía dándole al whisky, puro. Santiago también estaba en las mismas. Yo, no tanto. Quería mezclar el trago con algo. Guaraná siempre funciona. Vamos a comprar, le dije a la patrulla. Todos pusimos algo de plata, la gran colecta dio como resultado la gran suma de seis soles. Mínimo te alcanza para un par de botellas grandes. Pero no, no en este quiosco. Tres soles, cada botella de medio litro. Abuso total. La mafia en pleno. De nuevo sucumbí ante el atropello y pagué. Bueno, mandé a que Fico pagara. Como era de esperarse las botellitas no duraron nada y de nuevo a tomar whisky puro. Como los machos, será pues.

No se podía entrar al local con trago. Escondimos el trago y no nos dejaron pasar, no habían documentos. Igual era una mierda el lugar este. Me fui balbuceando groserías. Más whisky, por favor.

Para no hacerla larga, por extrañas razones desconocidas, todos querían ir a Asia. Punto. Diego corría por la pista persiguiendo taxis, desquiciado. Pepo, el más reacio a ir en un principio, también estaba en la onda. Alessandro y José Miguel llegaron, pero fueron a cambiarse. De pronto, paró un taxi. En segundos, ya todos estábamos adentro y en camino. Ya casi en la tranquera, nos acordamos de Alessandro. ¿Cómo puede demorarse tanto? Yo creo que se estaba maquillando. Si no hubiera pasado lo que pasó después, lo dejábamos. La gente estaba demasiado loca como para ser considerados.

El carro se detuvo, todos bajaron. Pepo hablaba por celular, con cara de qué-carajo. Yo seguía en la maletera, con Fico. Junto al tanque de nitro. Era increíble, ya estábamos a punto de entrar a la carretera. Y luego la siguiente parada era Asia. Hasta el amanecer.

Mientras regresábamos, nos golpeó la realidad. Todo había sido culpa de José Miguel. Él había desenmascarado el plan. No era posible, no, no era verdad. Fico estaba en una etapa de negación. No lo podía creer, caminaba jugando con un desarmador entre las manos. Daba miedo. Decidí avanzar un poco más rápido.

Al final entramos de nuevo a la discoteca de mierda esa, si me volvían a pedir documentos le iba a clavar una estaca en el cráneo a los de la puerta. Por suerte (para ellos), sólo tuve que transmitir el mensaje mediante una mirada maliciosa. Lo entendieron, y me dejaron pasar. Nadie murió esa noche.

Luego de pasar por el baño del lugar, volvimos a salir. Dos de las cuatro amigas (desconocidas para mí) con las que habíamos llegado se quedaron adentro. Como alguno de nosotros dijo, “Se les estaba cayendo el avión.” Era verdad.

Sólo quedaba vagar por la noche, ahora nos encontrábamos en el malecón, sentados sin hacer nada. Era la depresión total, gracias a dios teníamos el whisky. Alessandro ya estaba con nosotros, José Miguel se había ido por ahí a reflexionar sobre lo que acababa de hacer. La verdad es que no fue su culpa del todo, pero para mi historia es preciso que todo fuera su culpa.

Terminé, como de costumbre, presumiendo sobre mis habilidades de escritor, filósofo y contador de historias. Después de tomar algunas fotos, practicar un poco de karate y rezarle a la meca, regresamos al edificio. Algunos se habían ido antes. Pepo, Fico y yo nos quedamos atrás, metiéndole ‘all-in’ a lo que quedaba del whisky. Fico tiene un problema con eso de los juegos y las apuestas. Aún así, no quería jugar póker. Parecía que se moría la noche.

Entramos al cuarto justo para ver cómo José Miguel se embarraba todo de pasta de dientes. Se la habían puesto en las manos cuando estaba dormido. Estaba loco y, como no queríamos morir, cerramos la puerta y esperamos a que todo estuviera callado. Poco a poco la situación se fue calmando, entonces decidí dormir. Era tarde, tenía sueño. No sabía lo que me esperaba.

¿Qué es eso picante en mi cabeza?

Fue lo que me pregunté al despertarme de golpe. Me toco la cabeza, estaba mojada. Sólo por el lado derecho. Levanto la cabeza y empiezan a caer gotas de una sustancia rojiza en mi almohada. La puta madre.

Me tambaleo hasta la puerta del otro cuarto, completamente zombi, hecho mierda y chorreando por todos lados. Locos de mierda, pienso. Entro al cuarto, le tiro mi polo hecho mierda a alguien y me cago de risa. ¡¿Qué chucha tienen en la cabeza?! Si tan sólo hubiera traído mi lanzallamas, eso si que hubiera sido divertido.

Fui al baño a lavarme el pelo. Qué asco. De repente apareció Diego. Tenía la espalda hecha mierda, llena de salsas extrañas. Jorge también había sido agraviado, en la cara, con mayonesa. A Fico sólo le tiraron un poco de leche y casi mata a todos.

El olor en el cuarto era insoportable. Luego de vaciar una botella entera de shampoo en mi cabeza y seguir oliendo a mierda confitada, me largué a dormir a la sala. Así pasé la noche. Estaba completamente destruido. Aún no sabía en qué consistía la mezcla demoníaca que tenía en la cabeza, tampoco quería saber. Al despertarme la mañana siguiente, me lavé el pelo tres veces mientras me bañaba. Asco.

Nunca supe la fórmula de aquella salsa del mal, jamás debería ser revelada. Esa porquería es más peligrosa que una manada de jabalíes violadores en una sala de maternidad. (Si en verdad quieres conocer los ingredientes de la fórmula perversa de la “salsa del mal”, mándame un mail a joc_oob@hotmail.com invitándome a tu fiesta de cumpleaños. Sólo nenas.)

~ A partir de este momento estoy escribiendo bajo presión por cigarros gratis ~

Joc es revolcado y vive para contar esta historia

Luego del incidente de la noche del sábado, después de bañarme y tomar desayuno con todos, qué creen que hice. Bajé a jugar ping-pong un rato. Es un vicio. Terminé perdiendo el último set del fin de semana. Qué pica. Perder el último partido, en el último día del viaje. En fin, salimos con dirección a la playa. Habíamos inflado globos de agua, pero todos terminaron en Pepo.

Una vez que bajamos las escaleras desde el malecón (son millones), dejamos las cosas en el toldo y fuimos a la orilla. Poco a poco me iba dejando llevar por el agua helada. Seguía en medio de la espuma, las olas reventaban mucho más atrás. Había bandera roja, pero soy todo un temerario para esas cosas.

Pasé un rato muy feliz en el agua, chapoteando entre las olas, corriéndolas a pecho, amenazante, sin miedo. Era el rey del mundo. Escuché a un niño riendo por ahí, arruinando mi goce, y le tiré agua salada en los ojos. No iba a dejar que nadie destruyera mi momento de gloria. Y, bueno, luego llegaron las olas. Las grandes.

Es verdad que la naturaleza no perdona. Unos segundos antes, estaba cantando ‘We are the champions” cuando una ola mediana me tomó por sorpresa y me hizo tragar algo de agua. Todavía no recuperaba el aire y ya se venía la siguiente. Mucho más grande. Si retrocedía, igual me iba a alcanzar. Si avanzaba, quizás no llegaba a pasarla a tiempo. Si me quedaba ahí, me reventaba en la cara.

Decidí avanzar y tratar de alcanzar la ola antes que reventara. Mala idea. Fui revolcado brutalmente, lanzado directamente a la lona. Salí a la superficie y me di cuenta que venía otra. No tenía aire, miré alrededor y no vi a nadie. Traté de avanzar, fue peor. Doble revolcada, repetidas vueltas en el agua, completamente desorientado. Por instinto salí a tomar aire, todo lo veía borroso. Ni siquiera tuve tiempo de voltear cuando arremetió conmigo la tercera y última ola. Esa si fue devastadora. Me dejé llevar por la corriente. Aparecí entre la espuma, sin saber dónde mierda estaba. Encontré a Alessandro, con una cara que me hubiera dado risa si mi vida no hubiera estado en peligro. Nos arrastramos hasta la orilla, buscando ayuda. Pepo estaba cerca, a salvo, pero creo que quería que sufriéramos. Al llegar a tierra firme, juro que casi beso la arena mismo un naufrago. Niños, nunca jueguen con la furia de Poseidón.

La vuelta

Luego de días llenos de aventuras, el viaje tenía que llegar a su fin. En el carro, ya muy poco quedaba por decir. Sólo callar a José Miguel un par de veces. Siempre el regreso a Lima se vuelve más rápido, no se por qué. De un momento a otro llegamos a la casa de Pepo. Yo, por lo menos, estaba muerto. Caminamos hacia el Molina Plaza.

Me compré un combo en el Kentucky y lo disfruté mucho. Luego Alessandro entró en crisis. Depresión, seguida de arranques de locura y actos vandálicos. Posible sadismo. Hasta casi destruye su celular, todo gracias a la falta de dinero. Por suerte dicen que pudo satisfacer todas sus necesidades a tiempo, antes de salir como un loco a golpear gente.

Regresamos a recoger nuestras cosas. Cada uno siguió su camino. Era el final de otro episodio en la historia sin libro de Joc. Todo sea por el pueblo. Y por los cigarros. Fin.

Gracias a todos los que formaron parte de este increíble relato y contribuyeron con la historia. Fue muy divertido escribirla. -Joc

6 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaj te salió increible weoon jaja, valió la espera.

Un brindis virtual por esta gran aventura y por las que aun van a venir :)

Coche Miguel.- Hijo de Sócrates

Anónimo dijo...

Felicitaciones maldito loco sadomasoquista democrata idealista del mal dios de jarabambirin, y Shiba.

En serio valio la pena la espera, de puta madre... me encanta como escribes.

GRACIAS!

/A

Anónimo dijo...

jaja que cague de risa webon te salio bravasa
lechuza morada

F

Anónimo dijo...

oie niño down!! t salio d pta mare weooon!! gurushaka lin pta ya vendran nuevas aventuras..jaja sta kgue d risa !=)

bananas en pijama

PEPO

Anónimo dijo...

*shiva*

(/A = asno)

Anónimo dijo...

Quemadoo, que divertido :) Quiero saber cual era la "salsa del mal" jaja

Noris :)