sábado, julio 08, 2006

Violencia y Poder, apreciación pesimista… o realista.

El texto de Arendt plantea la relación violencia – poder, según mi punto de vista, de una manera muy fuera de la realidad. Ni siquiera da una definición clara de lo que vendría a ser el “poder” verdadero, y repite cosas que ya desarrollo en párrafos anteriores, para… ¿llenar espacios? Probablemente lo que yo haré para llenar las quinientas palabras que tengo que escribir, todavía a mano, no seas malo… bueno que importa.

El poder utópico del que habla Arendt, ese poder tan puro y tan basado en valores, a causa de la organización, es un poder que reside y generalmente se queda en la conciencia de cada uno. Un poder que uno sabe que tiene pero no le sirve para pagar las cuentas, ni para comer. Ni siquiera te ayuda a dormir tranquilo, porque sabes que aun cuando tienes la conciencia limpia siempre va a haber una mano que te puede destruir en cualquier momento. Algo más grande que te deja en sombras, que eclipsa hasta a Dios mismo, te quita todo, tu trabajo, tu dinero, tu familia, tu honor, tu identidad, tu libertad, tu fe. Todo. El poder que tenías se esfuma y queda en tinieblas. ¿Podrá resurgir? Claro que si, nada es imposible. Pero es improbable. Lo vemos a diario, mentes creativas, criollas, tan peruanas, tratando de salir adelante son aplastadas sin asco por “la mano”. Empresarios, el jefe, el presidente, los militares, etc., y nadie hace nada. Supongo que hay gente destinada a ganar y otros a perder. Y los que ganan se aseguran que los que le siguen vayan a ganar otra vez, y así sigue el ciclo. Naces pobre, mueres pobre. Naces rico, mueres rico, o mueres pobre pero otro rico lo cubre.
¿De que estaba hablando al comenzar? Ah, claro, el poder que ‘puede’ resurgir. Bueno, siempre hay leyendas y gente extraordinaria, pero para los mortales comunes y silvestres, la mano simplemente te aplasta y te mata. Y el poder se muere contigo. El ‘falso poder’ del que habla Arendt, si lo vemos en la realidad parece tan consistente que se vuelve verdadero. Y el poder del pueblo que esta tan lejos, tan distante, queda como ilusión. Entonces, me pregunto si el poder de mandar, el poder del cañón, es en verdad tan malo como lo pinta Arendt. Todo esto viene desde la mente de un pobre humano de mente fragil y comun, no yo. Yo soy genial, y tengo el verdadero poder.

Conclusión: Dos combos McViolencia agrandados, por favor.

1 comentario:

Helena dijo...

SOBRE qué texto estás comentando?
POr dios, tengo que hacer una disertación filosófica sobre este tema... y de lo que hablas parece interesante