Eras mentira, por dentro lo sabía. Eras mentira, no faltaron voces en el camino que me decían, mancito, broder, no la sigas. No trates, no persigas. Tus huellas siempre fueron de arena mojada (yo las perseguía mientras se borraban), siempre se quedaron en la orilla. Las olas que te abatían nunca fueron mías (aunque tratara, yo las quería). No me dejaste. Eras mentira, lo presentía. Probablemente mañana no me acuerde, probablemente ya no duela:
Poder decirte nada. Y nada más.
No sabía que eras gata negra. Me engañaron las lunas delante de tus ojos, hacían parecer todo un poquito más cerca.
¿Cómo pensé que tu risa, que tus miradas bastarían? Bastaron para mí. Siento el silencio golpear mis costillas. Duele lo insignificante que parece. Son huevadas.
Yo no sabía que eras gata negra, ni que al cruzarme contigo, todo se iría a la mierda.
De todas maneras creo que no lo cambiaría. Siguen siendo huevadas.