lunes, febrero 25, 2008

Luces del Semáforo.

Hace un par de noches fui a un concierto en Gó-ti-ca, el lugar del momento, a donde no entras si llevas puestas tus tabas de pichanga o, de repente, el fiel polo blanco de la liga contra el cáncer. Bajo las escaleras para descubrir que Gótica tiene una especie de lounge-bar al costadito de la discoteca. Chévere, pienso, y con mis dos patas camino sin rumbo, como quien dice, a ver cómo es la huevada. ARMY-MEN, el men del Ejército (la avenida, no es soldado), se acerca a la barra, ingénuo, como si fuera a comprarse un trago. Todos sabemos que nunca iba a suceder, pero existía esa pequeña y tan obviamente falsa esperanza de infante que nos decía puta cholo fácil es 2x1, ladies night, happy hour, tu qué chucha sabes, ¿no? Siempre esta esa posibilidad. No sucedió. Sigamos.
Para hacerla corta, salimos, miramos, chequeamos, nos reímos, volvimos a entrar y puta madre, ya van a empezar a tocar, la gente se empuja y siento mi espacio personal completamente violado por un huevoncito que al parecer estaba completamente en contra del desodorante, la colonia, el aseo personal, el agua y la buena presencia en general. Mueven los muebles del lounge-bar (puta qué sofisticado) para hacer espacio. Me cuelo por un costadito y estoy bien colocado. Una amiga está al frente mío y al parecer no confía en mis buenas intenciones de protegerla contra todo villano, fácil porque al ofrecerle mis servicios prácticamente le estaba chupando la oreja, uno nunca sabe. Yo me considero todo un caballero. Esperamos como mierda. Nadie sale al escenario. Entonces, pienso, hay un tiempo de reflexión. No muchos se dan cuenta y todos parecen aburridos y acalorados (calor de mierda). Miro alrededor y le dedico mi atención y breve razonamiento a la primera imágen que me cruzo: una botella gigante de Bailey's pintada en una pared entera. La mierda, digo en voz alta. Esto es, ni más ni menos, el ícono máximo del culto al trago. Esa botella gigante es un ídolo, un superior, al que le bailas, por el que bailas, el que te brinda gozo y diversión, placer interminable, mujeres deshinibidas y liberadas (fáciles), qué se yo. Definitivamente, el trago es la cagada y me resulta muy interesante reflexionar sobre el culto que atrae. Seriedad total. Termina mi trance y pienso mierda a qué hora van a salir estos huevones. Hoy toca: La Mente. Aparecen WOOO YEAHH OUCH.
POOF terminó el concierto. Salté, golpeé (me golpearon), canté, grité, lloré (no), toda la nota. Muy genial, muy divertido. Estoy completamente empapado en sudor y probablemente en el sudor de otros. Había este gordo que puta, es otra historia. Camino y llego con ARMY-MEN a Vivanda. Son las 3 am, hora perfecta para esperar en la puerta hasta que salga alguna anciana y robarle su comida. JAAJJAJA no mentira. En busca de hidratación, ARMY-MEN se compra dos litros y medio de agua. Yo, una pecsi sin pizza (asi es el chiste, ¿no?). Descansando y tomando en las escaleras de la entrada, sale caminando un chibolo con una gaseosa. El conche decide abrirla en las escaleras, y decide chorrearla. Casi me cae. Le digo, ¡Puta! Casi ah. Lo primero que hizo el patín este fue disculparse y pensar en voz alta que debería también disculparse con los que limpian. Mierda, ¿loco no? Quién piensa eso. Se sienta a mi lado. Me pide si le puedo abrir su gaseosa. A ver. No puedo, está media atascada (y por eso se chorreo). ¿ARMY-MEN? Listo. Hay un par de recontraidiotas al otro lado de la escalera, comiendo rollos y hablando mariconadas (al menos es lo que presumo). El niño choche les pide un poco de rollo, no le dan. No digo que sean malos, tampoco mostraron su generosidad, pero qué se les puede decir: probablemente yo tampoco le hubiera invitado ni mierda de mi rollo a un chibolo de la calle. ¿Por qué? Aunque suene feo, uno piensa: ¿Dónde chucha habrá estado esa boca? Yo te digo, no creo que un chibolo de la calle coma caca. No va a ser muy diferente que cuando le invitabas gaseosa a tu causa del colegio después del recreo, va a ser igual de limpio o sucio. Pero es lo que uno piensa. En fin, viendo al chochera este paradito al costado, se notaba que se cagaba de hambre. ARMY-MEN lo llama (de una manera muy 'ven que te voy a violar' a mi parecer) y conversamos un rato. ¿Dónde vives? Le pregunto. No me dice ni mierda. Estos chibolos a veces están cagados en la cabeza, por un sinfín de huevadas, tú qué sabes, en esta país hay de todo. Vienen medios locuaces. Medios loquibambia. Mientras yo cuido los dos litros y medio de agua de ARMY-MEN, él se va con el choche a comprarle algo de comer. Regresan después de un rato con un par de empanadas. Mientras nuestro nuevo causa las va devorando a velocidad significativa, voltea y me dice: ¡Este si es un almuerzo miraflorino! Son las 4 am. Puta madre. Quién dice eso. A nuestro amigo le quedan un par de horas en la calle, hasta que pase un micro que lo lleve a su casa. Yo sigo sentado en las escaleras de la entrada de vivanda, viendo como cambian las luces del semáforo, pensando en la gente que siempre se encuentra, al frente del camino nunca recorrido, una luz roja que no la deja avanzar. Joc.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto la ultima oración.

Nicolás dijo...

lo del bayleys... se llama publicidad

José Alberto Rubina Venegas dijo...

Claro, pero cómo negar la imagen de culto fervoroso que genera la situación: cientos bailando alrededor de una botella gigante.

Por otro lado, también es cierto que hoy en día mucho se asemeja la publicidad a la evangelización, en cuanto ambas buscan crear adeptos, adictos si se quiere, ya sea a Jesús o a la falsa esperanza de ser el men de la fiesta.

Anónimo dijo...

redactas de una manera bacan "diferente" . me gusta