jueves, mayo 10, 2007

El gran maestro, Verónica y la creación del mundo

Y el mundo fue creado. Existía un gran maestro, creador de un gran mundo. Fuera de este mundo, no había nada, y de la nada misma había surgido todo. Pues todo era el gran maestro y en su mente no podía haber nada más. El mundo consistía de todo lo material y lo no material, lo invisible y lo que todos podían ver, lo que era y lo que aún no se había dado. El gran maestro lo sabía todo, pero no lo controlaba. Su creación excedía a su mente, a su poder, ya que había evolucionado. Ramificado, mucho más allá de lo que nunca hubiera podido imaginar el gran maestro. Sin embargo, las leyes principales permanecían intactas. Bailaba solo el gran maestro, solo en una calle de un callejón cualquiera, conversando con las estrellas, bailaba solo.

Bailando un día, se encontró con el código. Verónica era su nombre y, a través de su nombre, se podían ver todos los colores del mundo, sus sabores y aromas, sus alegrías y penas. Digamos que era el pincel que pintó el mundo. El gran maestro no la había usado, más bien ésta se había dejado llevar, como bailando. Pero Verónica ahora también bailaba sola y, tenía que decirlo, estaba más preciosa que nunca. El gran maestro suspiró al verla, emocionado de cómo se habían tornado las cosas. Era un código perfecto, su mundo era perfecto, aún cuando no lo controlara ya no existía duda en su mente: La naturaleza encontraría su camino y todo seguiría su rumbo. Y entonces se dio cuenta, su trabajo había terminado.

Oh, suspiró el gran maestro. Son tus ojos los dueños de esta dimensión. Ahora respiro tranquilo y respiro para ti, así como todos ahora respirarán para ti. Entonces salió apurado, pues no quería perder el tren. Por supuesto que el gran maestro no sabía nada de las otras dimensiones, ni del Doctor Pain, y por ahora no importaba.


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